Los primeros grabados en los que aparece la representación de jardines en el imperio Egipcio datan del año 1500 A.C.
Estas representaciones son ciertamente curiosas como se puede ver en la imagen que adjuntamos en el cuerpo de esta entrada del blog.
Las plantas se representaban en alzado en vez de en planta, pudiéndonos hacer una mejor idea de que especies eran las más utilizadas, ya que debido a la antigüedad de estos jardines no se conserva actualmente ninguno.
Pocos vestigios pero muchos grabados en jeroglíficos y rocas nos han hecho poder aproximar como eran estos jardines de los nobles, sacerdotes o faraones de la época.
La idea que tenían los Egipcios, propiciada por su clima árido, era la de traer un oasis artificial a la puerta de los palacios y casas de los personajes relevantes.
Tener un jardín, estaba solo reservado a las familias más poderosas y adineradas que podían permitirse el lujo de tener un pozo o aljibe, el cual se llenaba con las crecidas del río Nilo y que almacenaba el agua para regar por medio de acequias y canales el jardín en los meses de verano.
Un jardín lleno de simetrías
Una característica común de todos estos jardines es la simetría y las formas geométricas, debido a la necesidad de orden de la cultura egipcia, además de que prácticamente todos ellos.
Estaban rodeados por altos muros, no solo para preservar la privacidad de sus dueños, sino también como protección de los vientos cálidos y las tormentas de arena frecuentes en la zona.
El elemento más importante del jardín normalmente era un gran estanque central de forma cuadrada o rectangular, en el que en varios grabados aparece representada la flor de loto, rodeado dicho estanque por alineaciones de palmeras datileras, higueras, acacias y sicómoros (Higuera africana).
La vid tenía un papel predominante dentro de las especies vegetales que formaban el jardín por su simbolismo con la divinidad, apareciendo muy comúnmente en forma de emparrados y kioscos de sombras formados con parras.
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