La edad media ha sido llamada a menudo la edad oscura debido a la gran inestabilidad que supuso para Europa donde la mayoría de las veces las sombras se imponían a las luces.

Fue una época de muchas guerras y disputas lo que conllevó a que la población vivía aglomerada en recintos amurallados para protegerse, y la nobleza no vivía en palacios sino en Castillos y fuertes bajo la protección de las murallas.

Pensar en jardines dentro de estos recintos amurallados donde el espacio era limitado y además la vegetación podía ser un impedimento o aliado en contra a la hora de una batalla es complicado.

Hay algunas referencias de pequeños jardines privados y cerrados dentro de los castillos para la nobleza, pero siempre muy pequeños y mas bien pensados como un pequeño patio donde salir a leer o tomar el aire más que como un jardín recreativo.

Sin embargo, y aunque la nobleza estaba más preocupada de sus disputas territoriales que de hacer jardines, la otra gran clase social dominante de la edad media, sí que se preocupó de que sus estancias fueran acogedoras y ornamentales. Esta clase social fue el Clero.

Los jardines del Clero en el Medievo

Aún en nuestros días perduran jardines en los claustros de Iglesias, Monasterios y conventos que son parte de estas referencias históricas.

Unos ejemplos destacados son el Monasterio de las Huelgas de 1187 en Burgos, el Real Monasterio de Santa Clara de 1363 en Tordesillas o el Monasterio de Yuste donde se retiró el rey Carlos I para pasar sus últimos días de vida.

Los claustros eran patios abiertos dentro de los monasterios que servían de punto de encuentro de los monjes. Estos estaban rodeados de columnas al modo de los patios peristilados de los jardines romanos que sirvieron de herencia a estas construcciones y que vimos en el articulo de los jardines del Imperio Romano anteriormente.

Los jardines medievales asociados a los claustros de los conventos están cargados de simbolismo y lenguaje moral y poético. Están divididos en cuatro partes (Jardines cuatripartitos) por la asociación con los cuatro ríos del paraíso y como norma general tienen un eje central en los que solía estar plantado un Ciprés o un Junípero como símbolo de acercamiento a Dios.

El resto de los espacios entre los cuatro caminos y el eje central del jardín se entienden como espacios destinados a flores ornamentales y mucho colorido y belleza.

Muchas veces este tipo de jardines se ha asociado a las  plantas medicinales o culinarias por la cercanía de los monjes con este tipo de usos, sin embargo es más coherente pensar que dichas plantas medicinales y culinarianas estuvieran en un huerto fuera del monasterio o abadía, que cuidaran de él una parte de los monjes, dejando así el jardín del claustro para una estética puramente ornamental y de esparcimiento.